Palestina no tiene niños | Semana de lecturas palestinas
De cómo hablan los medios cuando hablan de Palestina
Hoy, 29 de noviembre, es día de la solidaridad con el pueblo palestino.
Hasta el momento, mis contribuciones en las redes a lo que está sucediendo en Palestina se han limitado a compartir recursos para informarse sobre lo que está pasando, para aprender más sobre la historia y para alentar a más personas a unirse a esta causa justa, que es la liberación del pueblo palestino. Hoy quisiera utilizar este espacio para comentar algo que hemos visto en repetidas ocasiones cuando escuchamos o leemos a medios occidentales hablar de la situación: el uso de un lenguaje sesgado y, de preferencia, racista.
Palestina no tiene niños
Quienes me siguen desde hace más tiempo, saben que este es un tema del cual he hablado otras veces y en otros contextos. Hace tres años, hice un video sobre el lenguaje racista al hablar del Covid y en marzo del 2022, escribí un post sobre un artículo de la revista Proceso en el cual describieron una situación de violencia de género (un grupo de hombres atacó a una mujer) con un lenguaje que le daba una dimensión “racial” o étnica que no era necesaria.
Y si algo he visto constantemente en los últimos casi dos meses, es el uso de un lenguaje supuestamente neutral, pero con una perspectiva absolutamente sesgada, islamofóbica, y con mensajes cargados de racismo y orientalismo, para comunicar lo que está pasando en Israel y Palestina. A veces, las ganas de los presentadores de pintar al pueblo palestino como una masa de monstruos violentos son claras. Los comentaristas políticos de extrema derecha no pierden el tiempo en utilizar estereotipos racistas para pintar una imagen de “gente morena, violenta y salvaje” con el fin de justificar la matanza indiscriminada de personas. Sin embargo, en otras ocasiones, la situación es mucho más insidiosa, requiere un poco más de atención.
Como esta entrevista de Anderson Cooper a una enfermera estadounidense, Emily Callahan, que logró salir de Gaza. El sesgo tremendo de las preguntas hechas por Cooper y las respuestas perfectas de Callahan están mejor explicadas en este hilo de Twitter, pero es interesante observar cómo Cooper constantemente plantea preguntas que sugieren que la gente palestina es un peligro para esta mujer, aun cuando ella está hablando con empatía y amor de los cuidados y protección que recibió en Gaza.
Sin embargo, la noticia más reciente y la razón por la cual decidí escribir este post es un artículo publicado por el periódico británico The Guardian, escrito por Jason Burke. El artículo recibió una lluvia de críticas y ya fue enmendado, aunque la nota editorial en la cual explica el cambio deja bastante qué desear. Sin embargo, el internet es para siempre y la gente no perdió el tiempo en tomar capturas de pantalla. En el artículo original, el octavo párrafo decía lo siguiente:
“Los rehenes a ser liberados son mujeres y niños, y los prisioneros palestinos también son mujeres y personas de 18 años de edad y menos, ambos lados han confirmado.”
Palestina no tiene niños.
Cuando hay niños involucrados en situaciones de violencia, especialmente de violencia masiva, la reacción del público siempre es más visceral que cuando los involucrados son puros adultos. Un niño o una niña es un sujeto inocente, digno de protección y cuidados, tiene toda su vida por delante. Un adulto ha vivido y ha tomado decisiones. Y, sin embargo, cuando escuchamos a la gente hablar de Palestina, rápidamente nos damos cuenta de que, para muchas personas, los niños y las niñas en Palestina no cuentan. Cuando alguien dice “los palestinos se merecen esto porque ellos votaron por Hamas”, lo dice ocultando (muchas veces con toda la intención) que las únicas elecciones llevadas a cabo en Gaza fueron en el 2006, hace casi veinte años. Antes de que comenzaran los bombardeos, alrededor del 50% de las personas que vivían en Gaza tenían menos de 18 años y alrededor del 70% tenía menos de 30 años. Esto quiere decir que el 70% de las personas que vivían en Gaza en septiembre del 2023 eran personas que, o no estaban en edad para votar (eran niños), o nacieron después de esas elecciones.
Nada de esto significa que el haber votado “mal”, en las palabras de Noam Chomsky e Ilan Pappé, amerita una ocupación militar, violencia sistémica y semanas de bombardeos, pero la gente que utiliza este argumento para justificar la situación generalmente habla de la importancia de los niños israelíes (que por supuesto que sí son, todas las infancias son valiosas) y se siente muy cómoda condenando a las infancias palestinas a ese limbo de “personas de 18 años de edad y menos”. En su mente, Palestina no tiene niños.
El percibir a niños como “adultos pequeños” es un fenómeno conocido. En español le llamamos sesgo de adultificación y es particularmente común cuando se trata de niños pertenecientes a grupos racializados. En los Estados Unidos, por ejemplo, las y los niños negros son percibidos como “más grandes y menos inocentes” que las y los niños blancos. Esa percepción es, por supuesto, racismo y la consecuencia es un trato mucho más severo y violento. Los niños tienden a ser tratados como hombres violentos y frecuentemente son víctimas de violencia física y las niñas tienden a ser sexualizadas y cosificadas desde muy temprano, ya que son vistas como “mujercitas”. La adultificación muchas veces es un síntoma de racismo.
No es coincidencia que, en un principio, Burke haya decidido describir a los rehenes israelíes como niños y a los palestinos como personas de 18 años de edad. La adultificación de las infancias palestinas sirve para reforzar esas ideas racistas, islamofóbicas y orientalistas que ya existen en las mentes de las y los lectores. Especialmente en Europa y los Estados Unidos, el racismo anti-árabe es algo cotidiano, no es necesario decir abiertamente las cosas, basta con dejar migajas por aquí y por allá en el discurso para despertar a quienes están recibiendo el mensaje.
Es por eso que es tan importante que sepamos reconocer esas migajas y combatirlas. No tenemos por qué aceptar ese tipo de discursos racistas, especialmente de medios establecidos que se jactan constantemente de su supuesta neutralidad y calidad de trabajo periodístico.
Semana de lecturas palestinas
Del 29 de noviembre al 5 de diciembre estaremos leyendo libros de autores de Palestina y de la diáspora y compartiendo nuestras lecturas en las redes sociales con el hashtag #ReadPalesine. Para más información sobre editoriales que estarán participando y libros disponibles para descargar, pueden asomarse a publishersforpalestine.org. La casa editorial Verso también está proporcionando recursos y libros electrónicos gratuitos en solidaridad.
Yo terminé Conversaciones sobre Palestina, de Noam Chomsky e Ilan Pappé, hace poco, estoy terminando La libertad es una batalla constante, de Angela Davis, y esta semana voy a estar leyendo They called me a lioness, de Ahed Tamimi y Dena Takruri, y Un detalle menor, de Adania Shibli. En mi lista está también el libro Rifqa, del poeta Mohammed El-Kurd.